viernes, 10 de julio de 2009

La presencia de San Pablo debe seguir siendo viva


Concluye el “año Jubilar del nacimiento de San Pablo”, globalmente la experiencia es considerada como positiva. Para muchos sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos comprometidos y gente sencilla del pueblo, ha significado una oportunidad única para aproximarse al Apóstol como nunca antes lo habían hecho, una oportunidad para conocer su figura y su obra.

A lo largo del año, fue sorprendente constatar con qué fervor y creatividad se han realizado eventos inspirados en el Apóstol, tanto en el ámbito pastoral, como litúrgico, cultural y ecuménico en nuestra Arquidiócesis. También las Hermanas Paulinas han dado su pequeño aporte para concretizar todo lo deseado por Benedicto XVI al convocar el “Año Paulino”: dar a conocer cada vez mejor la riqueza inmensa de lo que puede considerarse “un verdadero patrimonio de la humanidad redimida por Cristo”.

Este año debe ser el punto de partida de un camino que ha de continuar, para bien de la Iglesia y de la humanidad. Debe ser una semilla que ha de seguir germinando y dando frutos abundantes.

La figura gigantesca de San Pablo, su significado en la Iglesia, la lectura y profundización de sus cartas, la asimilación de su espíritu deben seguir estando en la Iglesia de nuestro tiempo, en tantos aspectos muy semejantes a la de los tiempos paulinos, y poder decir como el Apóstol:”Pobre de mí si no anuncio el Evangelio” 1 Cor 9,16.

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