jueves, 23 de abril de 2009

SALUDO DEL SEÑOR NUNCIO APOSTOLICO EN BOLIVIA


SALUDO DEL SEÑOR NUNCIO APOSTOLICO EN BOLIVIA
MONS. GIAMBATTISTA DIQUATTRO

Eminentísimo Presidente de la CEB, Señor Cardenal Julio Terrazas Sandoval,
Excelentísimos Monseñor Vice-Presidente y Monseñor Secretario General,
Excelentísimos Monseñores Arzobispos y Obispos,
Reverendo Padre Secretario Adjunto de la CEB,
Reverendos Hermanos en el Sacerdocio, Hermanas y Hermanos en el Señor Jesucristo.

El Verbo viene a visitarnos en estos días en Cochabamba, como visitó a sus Discípulos para confiarles la misión de evangelización. El Padre repite lo que dijo a los discípulos: “escúchenlo”. Sí porque “… sus palabras no pasarán… son espíritu y vida1... Solo Él tiene palabras de vida eterna” (Jn 6,68).
La Providencia ha preparado esta visita del Redentor y el inicio de la Misión con la gracia y la alegría de la Audiencia Pontificia del 10 de noviembre del año pasado, en la que el Santo Padre Benedicto XVI meditaba la parábola del sembrador, que recoge y esparce2 la semilla divina que San Justino, refiriéndose a su fase germinal, llama spermata tou logou.
Aquellas palabras invitan al “שמע”, a grabar el Logos en lo profundo del corazón y de la vida3, a desarrollar la capacidad de escucha del corazón (efshomea).
Este es el discipulado del Siervo de Dios: “el Señor cada mañana abre mi oído y no he puesto resistencia, cada mañana despierta mi oído para que yo escuche como discípulo” (Is 50,4). Esta enseñanza es muy cercana al salmo 40, que los rabinos llaman, acertadamente, salmo del Siervo del Señor (אֲדֹנָי מִי): “tú no has querido ofrenda ni sacrificio, pero me has abierto el oído”. Antes que el diálogo, el culto o el sacrificio, Dios desea la apertura del oído, “entonces he dicho: he aquí que vengo para cumplir tu Palabra, palabra que llevo en el fondo del corazón” (Sal 40,8).

El Santo Padre Benedicto XVI ha exhortado a que la fe sembrada en Bolivia se alimente y refuerce4, la semilla debe entrar en la profundidad de un corazón bello y bueno (Lc 8,15), sin rutina ni superficialidad5.

Otro aspecto del “efshomea” es “cómo” escuchar. Escuchar es obedecer, dado que “שמע” es “audire” y “ob-audire”. Escuchar, obedecer, anunciar en toda su integridad el designio de Dios6, contra toda dispersión y disipación7.

Para el Santo Padre Benedicto XVI, la prioridad es nutrirse de la Palabra8: la Palabra es alimento y el profeta ha devorado esta Palabra (Jeremías es el primero que ha tenido que comer el libro, lo mismo Ezequiel y pensemos en Juan en el Apocalipsis). La palabra es el alimento que Dios da (salmo 81: si Israel me escuchara, yo lo alimentaré, abre tu boca y yo la llenaré).
La Misión busca evitar que suceda lo que anunciaba Amós: vendrán tiempos en los que habrá hambre en el país, hambre de la Palabra de Dios, pero no hallarán la Palabra de Dios porque cuando la he dado no la han escuchado9.

La continua referencia a la Economía Trinitaria, en la que está centrada la Alocución Pontificia de 10 de noviembre pasado, ayuda a comprender cómo la Trinidad ilustra la dinámica de la escucha. En el cuarto Evangelio resulta significativo que se habla de las relaciones entre las Personas de la Santísima Trinidad en términos de escucha. Para San Juan, en la Κοινωνία trinitaria, la escucha es un elemento fundamental.

Jesús dice: “Padre te doy gracias porque me has escuchado… Yo sé que siempre me escuchas”, y agrega que el Hijo está oyendo continuamente al Padre: “el que me ha enviado es veraz, y lo que yo les digo es lo que he oído de Él” (Jn 8,26). No dice “lo que el Padre me ha dicho”, sino que pone de relieve el “ob audire”, el “שמע”. “Los llamo amigos porque todo lo que oí del Padre se los he dado a conocer” (Jn 15,15). Privilegia la escucha sobre el decir o el hacer10. Lo mismo dice del Espíritu Santo: “cuando venga el Espíritu de la Verdad no hablará de sí mismo, sino que les comunicará lo que ha escuchado de mí”.

Si la Trinidad es la forma de la Iglesia y de la misma persona humana, la existencia, la verdadera existencia, es vida de escucha: Los rabinos decían que Dios ha hecho al hombre con una boca y dos oídos... para escuchar el doble de lo que se habla. Ustedes, Sucesores de los Apóstoles, Guías de la Santa Iglesia de Dios en Bolivia, saben que Salomón había pedido “dame un corazón que sepa escuchar” y añadió “para gobernar a mi pueblo”, porque para él la virtud de las virtudes del que guía es precisamente la sensibilidad de la escucha, que orienta hacia la comunión.

El primado de la escucha hace posible el diálogo, el encuentro personal con Él… el alimento que en la Palabra y en la Eucaristía se vuelve profunda experiencia interior11. El “Logos” de Dios se encuentra con el “logos” humano y se convierte en “dia-logos”. La Iglesia es por tanto maestra del diálogo, y lo es a partir de Cristo. En efecto, es Cristo “nuestra paz” (cfr. Ef 2,14), el principio único del cosmos (Jn 1,3), la verdad divina, el eterno “Logos”, en quien todo “dia-logos” en el tiempo encuentra su último y verdadero fundamento.

La Iglesia encarna esta verdad “cristiana” y por tanto dialógica que está en la raíz de la existencia humana, del cosmos, de la historia12. Como ha recordado el Santo Padre Benedicto XVI, mencionando la séptima epístola del Pseudo-Dionisio Areopagita, en un tiempo de acérrimas polémicas y crisis después del Concilio de Calcedonia, el verdadero espíritu de diálogo ha sido el de buscar la verdad en la Verdad misma, en Cristo: que reluce y hace caer los errores. Diálogo de verdad, en la caridad13.

Entonces, ¿de dónde nace el diálogo, de dónde nace el amor de la Iglesia?
Lo ha dicho claramente el Santo Padre Benedicto XVI: “de la escucha dócil de la Palabra divina nace el amor al prójimo y, con él, el servicio desinteresado a los hermanos… y... en Bolivia… la comunidad eclesial ha dado muestra de tener, como el buen Samaritano, un gran “corazón que ve” al hermano en dificultad y, a través de innumerables obras y proyectos, acude solícitamente en su ayuda”14. La Iglesia de Bolivia sabe que “el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en que creemos y que nos impulsa a amar”15.

Amadísimos Hermanos, pido al Señor que me permita estar en medio de vosotros como testigo de esperanza y servidor de la comunión; de la esperanza que "no defrauda", porque se fundamenta en el amor de Dios y de la comunión eclesial que nace, se anima y se fortalece en la adhesión de la Iglesia boliviana a la Cátedra de Pedro.

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