jueves, 23 de abril de 2009

MENSAJE DE S.E. CARDENAL JULIO TERRAZAS


MENSAJE DE S.E. CARDENAL JULIO TERRAZAS

PRESIDENTE DE LA CEB

Muy apreciados hermanos Obispos:

Permítanme comenzar esta Asamblea expresando mi gratitud sincera al Dios de la vida, contemplado en estos días en la luminosidad de Cristo Resucitado. El Señor me concede una vez más compartir con todos Uds., pastores responsables del caminar de nuestra Iglesia en Bolivia, esta extraordinaria experiencia de comunión. Sean bienvenidos a esta cita de fe que la viviremos en nuestra casa renovada y más acogedora.

Desde la última Asamblea se han sucedido acontecimientos que han marcado no solo la vida de nuestro pueblo sino también a la Iglesia. Acontecimientos con luces y sombras, algunos de ellos desconcertantes como los de estos últimos días, que perfilan nuevos retos para el país y la misión evangelizadora de la Iglesia.

En mi vida personal me ha tocado también experimentar el misterio de muerte y resurrección del Señor. Gracias a todos Uds. y a sus Iglesias particulares por la oración y tantos signos de fraterna solidaridad, sea en ocasión de mi delicado estado de salud, como en el impacto del atentado, lastimosamente aun no clarificado. En todo ello los gestos y expresiones de solidaridad de parte de Uds. y de tantas otras personas e instituciones, me han hecho experimentar la presencia reconfortante del Señor.

Al inicio de nuestra octogésima séptima Asamblea me complace dar la bienvenida, en nombre del episcopado boliviano, a S.E. Mons. Giambattista Diquattro, Nuncio Apostólico en Bolivia. Por primera vez tiene la oportunidad de compartir nuestros anhelos y búsquedas pastorales para bien del Pueblo de Dios en Bolivia. Confío que a lo largo de los próximos años tenga Ud. una labor fructífera en la misión que le ha encomendado el Santo Padre Benedicto XVI. Que a través suyo se escuche la palabra iluminadora del Papa, se lo aprecie y se reconozca el gran afecto que tiene por nuestro país.

Los Obispos recordamos con gratitud la delicada deferencia durante la Visita ad Limina de noviembre pasado, en la que nos escuchó y animó a no desmayar en nuestra labor apostólica. Transmítale, Señor Nuncio, nuestros sentimientos de gratitud y de profunda adhesión por sus constantes orientaciones y su dedicado servicio, no siempre comprendido y a veces vilipendiado por quienes buscan debilitar la comunión eclesial.

El dinamismo vivificador del Resucitado me lleva a agradecer a muchos hermanos Obispos que han consagrado su alma, vida y corazón al Señor, a su Iglesia y a los pueblos que han servido. Son jubileos que nos llenan de alegría a todos: Felicidades a ustedes hermanos Obispos presentes en esta aula y, en especial, a los eméritos y ausentes a quienes acompañamos con nuestra amistad.

Una palabra especial para nuestro hermano Obispo Mons. Adalberto Rosat, palabra que expresa nuestro reconocimiento y admiración por su pastoreo largo y fecundo en la Iglesia de Aiquile. Nos alegra saber que nuestro joven hermano Mons. Jorge Herbas tomará con gran dedicación la guía de dicha Prelatura. Que el Señor bendiga su entrega pastoral.

Saludo asimismo a los representantes de la Conferencia Boliviana del Clero Diocesano, de la Conferencia Boliviana de Religiosos y Religiosas y al Consejo Nacional de Laicos. También al Rector y equipo formador del Seminario Nacional San José, por su esforzada labor en preparar a nuestros sacerdotes, como actuales y valientes testigos de la resurrección.

No puede faltar una mención especial llena de afecto a las hermanas Iglesia de Hildesheim y Tréveris. Que el año jubilar de nuestra amistad, que estamos celebrando, nos lleve a profundizar y acrecentar la hermandad pregonera de la paz y justicia, signos del Reino de Dios.

Nos hemos propuesto para estos días: la adecuación de las estructuras de nuestra Conferencia, para que respondan de manera más ágil y coordinada a los nuevos desafíos que nos plantea la sociedad actual. Así nuestros servicios reflejarán la preocupación apostólica de la Iglesia, vivida en comunión y corresponsabilidad.

Como segunda tarea, tenemos que ultimar los detalles para el lanzamiento la Misión Permanente, recogiendo con entusiasmo el llamado de Aparecida, que nos lleva a vivir procesos de conversión personal, pastoral y eclesial. Que cada bautizado haga suyo el mandato del Señor: “Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,15), haciendo realidad su ser discípulo y misionero.

Bajo el lema: ¡Bolivia, escucha, aprende y anuncia! la misión deberá llegar a todos los rincones del país. Ser misioneros aquí y ahora significa dar testimonio de nuestra fe en el único Señor Jesucristo, con la firme convicción de que a Dios, nadie lo arranca de nuestro corazón, ni de nuestra vida, ni de nuestro pueblo. Significa también cultivar los valores humanos y cristianos, auténtica fuerza espiritual de nuestra gente, base de una convivencia social pacífica, caracterizada por la defensa de la vida, la justicia, la verdad, la libertad y la honestidad.

Una tercera tarea que nos espera es mirar con “los ojos del Padre” la realidad integral del país en la que nos toca construir el Reino del Señor. Hemos visto como, desde distintos ámbitos, se han buscado y se buscan caminos nuevos, recurriendo a métodos no siempre claros e incluso violentos.

En medio de todo esto resalta la profunda aspiración de nuestro pueblo de vivir en paz, construida a través del diálogo y el entendimiento. A estos anhelos se oponen los últimos acontecimientos que han conmovido y desconcertado la opinión pública. Nadie en Bolivia puede admitir ni estar de acuerdo con la corrupción abierta, el aumento desmesurado de la comercialización de la droga y de hechos que apuntan a un terrorismo organizado.

Por el bien de este pueblo y para despejar sospechas y dudas que crean más tensión y división en el país, pedimos que con cordura, objetividad y transparencia se clarifiquen los hechos y se tomen las medidas correspondientes de acuerdo a las leyes vigentes. Solo de esta manera Bolivia podrá salir de las garras del miedo, de la sospecha infundada y asegurar el respeto de los derechos humanos fundamentales.

No puedo terminar sin reconocer y agradecer la extraordinaria presencia de nuestro pueblo en las celebraciones de Semana Santa. Los fieles en todas las regiones del país han manifestado una fe cristiana profunda y sincera, que nos abre a la esperanza de que sabremos asumir la responsabilidad de evitar los abismos de odio y separación, de cultivar la capacidad del perdón y de reconciliarnos en la alegría y paz de Cristo Resucitado.

Pongo en las manos de nuestra Madre, la Virgen María, primera discípula y misionera de Jesús, todo el trabajo que realizaremos en estos días.

Cochabamba, 23 de abril de 2009.

No hay comentarios: