lunes, 19 de noviembre de 2007

MENSAJE DE LOS SEÑORES OBISPOS AL PUEBLO DE DIOS EN LA LXXXV ASAMBLEA DE LA CEB


HAGAMOS DE BOLIVIA UNA CASA DE HERMANOS PARA VIVIR Y CONVIVIR CON DIGNIDAD

Los Obispos de Bolivia, reunidos en Asamblea bajo la acción del Espíritu Santo, queremos como pastores seguir impulsando la tarea de anunciar la Buena Noticia de Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, para que nuestro pueblo tenga vida en Él.

Al reflexionar sobre la realidad de nuestra Iglesia y nuestra sociedad, descubrimos luces y sombras que, si por una parte nos dan esperanza, por otra nos preocupan y afligen.

En estas consideraciones nos ha acompañado el Documento final de la Vª Conferencia General de los Obispos de América Latina y El Caribe, celebrada en el Santuario de Aparecida en Brasil, acontecimiento providencial y verdadero Pentecostés que seguimos viviendo y que marca las líneas pastorales de los próximos años en nuestra Iglesia.

LA VOCACION CRISTIANA

Aparecida nos recuerda que Jesús vino a traernos un mensaje de vida, esperanza y amor. Nos urge partir de un encuentro personal con Cristo para acogerlo como fieles discípulos y compartirlo como verdaderos misioneros, ya que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida” (Benedicto XVI - Dios es Amor 1). Todos los cristianos estamos convocados a esta tarea y debemos involucrarnos en el compromiso de mejorar la vida de nuestro pueblo, porque Dios nos ha hecho sujetos de derechos y deberes en la creación e historia.

TIEMPOS DE CAMBIO
Los tiempos que vivimos en Bolivia, como en todo el continente, se caracterizan por grandes cambios que inciden profundamente en nuestra vida y en todos los ámbitos de la sociedad.

Desde la perspectiva del Evangelio de la vida, que como Iglesia constantemente hemos anunciado, es motivo de esperanza el reconocimiento que están adquiriendo los pueblos indígenas y los sectores, históricamente marginados, en el seno de nuestra sociedad, como actores y ciudadanos con pleno derecho. Muestra de eso es la elevación en Bolivia a rango de Ley de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos Indígenas. Hoy no podemos pensar en una nueva Bolivia sin la participación de los pueblos indígenas, con sus riquezas culturales, morales y espirituales.

Así mismo, queremos destacar las iniciativas y preocupaciones por mejorar la calidad de vida de los sectores más vulnerables. Ellos son para la Iglesia, siguiendo la práctica de Jesús, los predilectos y quienes tienen que estar en el corazón de todos, particularmente de los que rigen los destinos de los pueblos.

CAMBIOS PARA UNA SOCIEDAD MAS JUSTA Y FRATERNA

Estamos convencidos de la necesidad de cambios importantes y urgentes en el país. Todo cambio, sin embargo, puede ser ambiguo; por sí sólo no es garantía de progreso, crecimiento y bienestar. Para que realmente el cambio abra a nuevos horizontes de paz, justicia y convivencia fraterna, es indispensable que se realice en el respeto de la dignidad de toda persona humana y de su identidad cultural y religiosa, y que salvaguarde la libertad individual y colectiva en el ejercicio de los derechos y responsabilidades.

De ninguna manera se debe pretender, por principio, imponer el cambio u oponerse a él, recurriendo al enfrentamiento, a la violencia, a las amenazas o a manipulaciones de grupos o sectores de la población; pues son actitudes que, además de sembrar dolor, sufrimiento y luto en muchas familias y en la sociedad, van en contra de la convivencia social y desvirtúan la democracia.

El clima de tensión que se vive crea en los ciudadanos un sentimiento de inseguridad ante el futuro, agravado por los problemas económicos, como la falta de fuentes de trabajo y la subida del costo de vida, que perjudican de manera directa a los más pobres y marginados. Sin embargo, las perspectivas macroeconómicas muestran que se puede disponer de considerables recursos, que esperamos sean invertidos positivamente para mejorar la calidad de vida de los habitantes de nuestro país.

Aparecida nos proporciona elementos de juicio muy iluminadores acerca de esta compleja problemática: “Urge crear estructuras que consoliden un orden social, económico y político en el que no haya inequidad y donde haya posibilidades para todos. Igualmente, se requieren nuevas estructuras que promuevan una auténtica convivencia humana, que impidan la prepotencia de algunos y faciliten el diálogo constructivo para los necesarios consensos sociales” (Aparecida N. 384).

RECUPERAR LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE

Es urgente recuperar el sentido de racionalidad en las relaciones entre bolivianos, desterrando el recurso a la violencia que se ha convertido casi en una práctica normal, como se constata continuamente en el acontecer nacional.

Sólo y únicamente con el diálogo constructivo y sincero se logrará superar las diferencias y se alcanzarán las transformaciones urgentes requeridas en el país. Esto vale de manera especial para la Asamblea Constituyente a fin de que pueda cumplir con la grave responsabilidad de configurar estos cambios en la nueva Constitución Política del Estado, tal como el pueblo boliviano le ha confiado.

Reafirmamos lo expresado en nuestro Mensaje de marzo de 2006: “Como Iglesia reconocemos en la Constituyente una gran oportunidad de apertura a la esperanza, sin duda un “signo de los tiempos”, que nos mueve a tender puentes de encuentro y reconciliación, de diálogo, transparencia y búsqueda de consensos indispensables para una democracia verdadera, en la que todos podamos ejercer en libertad nuestros derechos y cumplir nuestras obligaciones”.

Esta gran oportunidad, con todas las esperanzas que despertó en la conciencia del país, tenemos que decirlo con dolor, está empantanada y con grave riesgo de fracasar por radicalismos, intransigencias, intereses sectoriales y revanchismos de un lado y otro.

Creemos que es preciso atenerse al marco de legalidad establecido y asumir, con claridad y decisión, los principios humanos y cristianos, que son la base de toda convivencia social: la dignidad de la persona humana, el destino universal de los bienes, la subsidiariedad, la participación, la solidaridad, el bien común, y los valores de la libertad, la verdad, la justicia, la caridad, la transparencia y la paz (Cfr. Mensaje CEB marzo 2006).

ADVIENTO TIEMPO DE RECONCILIACION Y ESPERANZA
Estas circunstancias difíciles, señaladas anteriormente, no son las determinantes en la vida del cristiano, que ve la realidad con una perspectiva más amplia. Los cristianos somos conscientes de la presencia y acción de Dios en nuestras vidas y de la importancia decisiva de su amor, recibido gracias a Jesucristo que se hizo uno de nosotros; amor que nos abre al camino de la vida plena, en todas las dimensiones personales, familiares, sociales, religiosas y culturales.

El Adviento, que se acerca, nos introduce al misterio del nacimiento de Jesús en la Navidad. Es un tiempo que nos llama a la conversión auténtica hacia Dios y los hermanos, lo cual implica un cambio profundo en la manera de pensar y en las actitudes que debemos asumir y que son necesarias para erradicar la inequidad que hoy existe en nuestro país.

“Todas las auténticas transformaciones se fraguan y forjan en el corazón de las personas e irradian en todas las dimensiones de su existencia y convivencia. No hay nuevas estructuras, si no hay hombres nuevos que movilicen y hagan converger en los pueblos, ideales y poderosas energías morales y religiosas “ (Aparecida N. 538).

El Adviento es sobre todo tiempo de nueva vida, como nos señalan los Obispos de América Latina: “En el corazón y la vida de nuestros pueblos late un fuerte sentido de esperanza, no obstante las condiciones de vida que parecen ofuscar toda esperanza. Ella se experimenta y alimenta en el presente, gracias a los dones y signos de vida nueva que se comparte; compromete en la construcción de un futuro de mayor dignidad y justicia”(Aparecida N. 536), de una casa de hermanos, donde todos tengamos una morada para vivir y convivir con dignidad.

Como Pastores y también como ciudadanos de este país, hacemos un llamado apremiante a deponer intransigencias y enfrentamientos, a utilizar las grandes potencialidades culturales, sociales, morales y espirituales que tenemos en nuestros pueblos, y a aprovechar este tiempo propicio que nos prepara a la Navidad para reconciliarnos y trabajar juntos, con la ayuda de Dios, por el progreso verdadero que todos deseamos.

Que María, la Virgen de la Esperanza, nos traiga, con su Hijo Jesús, los tiempos nuevos que tanto anhelamos para nuestra Patria.

Cochabamba, 13 de noviembre de 2007

LOS OBISPOS DE BOLIVIA

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